domingo, 31 de julio de 2011

PERESTROIKA (5º)

6 (S)



Allí habríamos unos quinientos aspirantes, no sabíamos bien a qué. Al principio estábamos separados por sexos. De todas formas, aunque hubiera tenido contacto con una mujer creo que no habría podido hacer nada con ella porque no se me levantaba ni a tiros. Nos anulaban el deseo echándonos bromuro en las comidas. Ni siquiera pensaba en eso.

Recibimos un entrenamiento militar, aunque sin armas, durante tres meses. Las principales ocupaciones de nuestro adiestramiento eran el deporte, la aeronáutica y la lengua rusa. Los que –como yo- no sabíamos ruso, lo aprendíamos a base de bofetones, codazos, patadas, puñetazos y cualquier otra modalidad del uso de la fuerza. En ese periodo, aunque yo ya era delgado, perdí ocho kilos.

Cada semana íbamos quedando menos. De vez en cuando, un instructor llamaba a un aspirante con cualquier pretexto y ya no lo volvíamos a ver. Cuando llegábamos al barracón sus pertenencias ya no estaban. En el momento en que sólo quedábamos la décima parte de los que empezamos, pasamos al segundo nivel.

En el segundo periodo nuestros instructores cambiaron. Ya no eran militares. Seguimos con nuestra preparación física. Básicamente carrera continua y gimnasio para mantener la forma adquirida. Pero lo que cobró un papel fundamental en nuestro programa diario fue la asimilación de conocimientos teóricos en temas tan dispares como física, astronomía, mecánica o biología. Nunca en mi vida –ni de lejos- había estudiado tanto pero mi instinto de supervivencia me aconsejaba aplicarme en el aprendizaje. En aquella fase ya todos dominábamos suficientemente el idioma, el trato se suavizó y el trabajo con nuestros instructores era mucho más estrecho. No obstante, el número de aspirantes seguía menguando.

Al cabo de cinco meses de llegar allí sólo quedábamos dieciséis aspirantes. Ocho mujeres y ocho hombres. Entonces supimos, aunque a esas alturas ya lo sospechábamos, que el reto de nuestros instructores era seleccionar a unos pocos de entre un montón de gentuza y convertirlos en astronautas. Y entre los que quedábamos todavía se produciría la selección última y definitiva.

Hasta entonces no había reparado en ella. Tenía una leve cicatriz que cruzaba una de las caras de su rostro desde la frente hasta la barbilla. Su expresión reflejaba tensión y desprecio pero me atrajo desde la primera vez que cruzamos nuestras miradas.

(continuará...)



No hay comentarios:

Publicar un comentario