miércoles, 27 de mayo de 2015

miércoles, 20 de mayo de 2015

sábado, 16 de mayo de 2015

lunes, 11 de mayo de 2015

sábado, 9 de mayo de 2015

ACIDO DESOXIRRIBONUCLEICO

ÁCIDO DESOXIRRIBONUCLÉICO. El día de autos, relevante porque nunca en el relato de los hechos iba a tener la ambulancia un espacio, había de madrugada que levantarse y después, pegarse una pechada de andar hasta el km. 13 de la Nacional, donde se encontraba el puesto de la Cruz Roja. En el camino, que hacía de biruji con la braga puesta simulando, la priva, comprar de ida cerveza, en la gasolinera, unas latas del km. 3, con los miniglobos guardados en la bolsa, el preparado a los cuales de bomba fétida se les había introducido. Alcanzado el objetivo 1, de la ambulancia con sangre fría abrir la puerta, girar puesta en el contacto la llave que estaría, salir sin ruido del lugar sigilosamente y llevar donde permanecería a salvo de las vistas el vehículo hasta un limonar de la poli y demás curiosos. *¡Ya en el gusto del limonar la radio se dio el camuflaje de conectar!*, que de arrancar las notas no acababa la fulana, para escuchar la canción I can´t take etcétera, (I can´t the heartbreak take aunque este dato no por efecto del sampler sino de una mente) dirigiéndose enferma a un limonar momentáneo donde aparcó de las vistas seguidamente el vehículo a salvo. De plástico llevaba los globos que había preparado donde la bolsa, *¡llenó de bombas fétidas la tarde!* (aunque estaba amaneciendo), tranquilamente sentado, aclarando cómo el cielo al volante se iba del sol. Y con la llegada del ataque, se bebió la traquea, aquel momento molesto por el reflujo sintió, mientras contemplaba las birras, el añil comprado en una antes droguería con limones, cerveza más que nada gástrica por el abuso, que estaba en un tiempo afectado de hipérbaton que hacía de la hiperacidez una pesadilla.
  Y llegó el momento de la acción. Condujo como un ambulanciero de verdad, con gran parsimonia, ¡toda!, aparcando la ambulancia en la zona de carga y descarga, justo enfrente de la cafetería, perfecto, a unos diez metros. Entró. Tras la barra había una paya-chacolate partiéndose de risa, con la piel con los matices de un café cortado, cuyo misterio ya refirió el poeta con los versos:
                                      Como si no estuviera
                                      su belleza oculta
                                      de oscuridad esfera.
                                      Cuerpo de luna nueva
                                      que el sol magno envidia.
  …con un culo como un fandango que no se explica así como así, porque eso no se ve todos los días (Julián se dió cuenta después). No la había visto en su vida. Quiere esto decir que en los acontecimientos que de subsiguiente desarrollo se desenvoluparon no había hacia ella, por su parte, ninguna rencilla, zero. *¡jhcvyr!* (paisaje + suspense = verso)
  Iba cargado con la bolsa de los limones arrojadizos y los globitos con la mezcla neutralizante apestosa, introdujo la mano, y con un tembleque (no) le empezó a lanzar todo el arsenal a la paya-chacolate, que ya no tenía ese tumbao de cuando Julián entró. Como respuesta, ella empezó a chillar muy agudo, muy muy agudo aunque no por ello él dejó de (no) arrojar sobre la zagala indiscriminadamente ella todo un bombardeo multidisciplinar de ácido cítrico, tufo azul y algún improperio tipo calla puta cooooño, pobre, no por nada, él se esperaba al tipo de la camisa amarillo culebra, ni verde ni amarilla, más bien parduzca tirando a pulpa de regüeldo, el de siempre, no a una zumbona cachonda en su primer día de curro. A limonazo/globazo limpio, glimonazo, se podría decir, sólo de bombas fétidas (no) tiró medio litro. Enseguida el aire se volvió nauseabundo, una nube de putrefacción, repulsiva, con la media y comiendo pan (por si le reconocían) que no era Bimbo sino pan duro de dos días, más apropiado porque había que masticarlo más, no podía respirar, hiperventilado, por poco se desmalla allí mismo, lo más apestoso que un humano se pueda echar a la cara sin llegar a perder el conocimiento, un asco.
  Con la paya-chacolate acribillada, el chocho agua de limón, que había parado de chillar, y dos tipos sin identificar y la golfa cuarentona de la caja de ahorros (el calificativo solo porque la mujer tenía más de cuarenta años y se arreglaba) boquiabiertos, Julián consideró que el bombardeo había hecho su efecto. Se fue a la máquina tragaperras, donde no estaba el chino que le debía dar su aprobación sobre la madurez del artefacto, ¡qué qué qué poca seriedad!, masculló (a lo que la máquina le contestó con la electricidad de una polca de Johann Strauss hijo) y, agarrándola por arriba, empezó a zarandearla, con qué poca consideración, provocando un escándalo sísmico de calderilla, cosa que trató de impedir la paya-chacolate, que era la única que le echó reaños, dado que los tres clientes no movieron sus aún somnolientos culos del sitio, puede que. ¿Había alguien más dentro, en la zona no apta para menores?, ¿había cámaras? La tiró al suelo, la máquina. El buuumba hizo un silencio que pareció insonoro y le hizo entrar en razón. Preñada de monedas, fue cuando la máquina pegó el talegazo en el suelo cuando Julián se dio cuenta de que estaba solo y de que nadie le iba a ayudar a sacar aquel trasto, que pesaba un quintal, de allí. Los supuestos compinches, los de la banda de las pipas, no estaban porque el plan se había gestado nada más que en la mente de Julián que, allí y en ese momento fue consciente, porque solo lo había montado todo. Así que salió de allí, andando, como si saliera de desayunar, sólo que con una media (no) puesta en la cabeza, momento en que en español caduco con unas erres que parecían neerlandés sintió a sus espaldas oiga varón, batracio, ¡shunsho!, mire cómo me dejó la franela, podéis caribealnos, pero no a los pacos y menos a Jehová, ¿cachó? Se montó en la ambulancia y se piró a toda hostia.
  Es excesivo el episodio, con un plus inútil de espectacularidad influida por los mass media la publicidad el mal cine etcétera, y por tanto carente de credibilidad el asunto de los globazos, los limonazos y lo de la media en la cabeza. Ello solo fue un proyecto, una paja mental que le llevó a Julián a investigar, averiguar, recolectar, practicar y oler en la soledad del descampado pero nunca a ejecutar en esos términos, ni en otros; todo mentira. Las demás cosas ocurrieron pero tampoco en ese orden o siguiendo ese guión. Así que hay que pensar que lo aquí contado es una jugarreta de la memoria. El ataque de glimonazos, a grosso modo, es lo más abyecto que una mente pueda imaginar, aparte del holocausto y vender drogas en la puerta de los colegios, y eso, esa violencia machista, no está en el ADN de Julián desde que se llevó una somanta de palos, la primera, un día que una zagala abofeteó a su amigo en la puerta de una discoteca y sus ansias de vendetta se volvieron contra él. Y además, cabe preguntarse por la birra. Todo ese volumen de diurético escanciado en la garganta tenía que salir por algún sitio, además de la euforia, el pis. A un lado de la carretera, donde haya un público que se enoje, pero es inconsciente. Demasiado fácil.
  Alboreto. Al bajar el panel anti-deslumbramiento del conductor, que es temprano aún, no hay que olvidarlo, y el sol molesta, aparece una pegatina con el logotipo de Marlboro y el nombre del piloto de Ferrari. Subidón. El episodio de lucidez duró poco porque como la semana antes se habían llevado detenido a uno en el barrio parece que por un asuntillo de un ciclomotor ilegalmente expropiado a su dueña, parece que con fuerza, pues se ve que a Julián le vino a la mente el incidente, y es que como hubo un pequeño forcejeo, por miedo al tumulto, llegó a haber hasta doce vehículos de la policía. Al salir de la blitzkrieg fallida, todos aquellos polis andaban persiguiéndole, parece, así que aceleró, como una moto, literalmente, colándose por los intersticios del tráfico, con los demás conductores impresionados e incrédulos de lo que estaban viendo, acojonados y cabreados en plena hora punta. Una ambulancia sin la sirena puesta haciendo eses en plan tocapelotas, saltándose los semáforos en rojo, y con una supuesta escolta de doce dotaciones de policía pisándole los talones, de mentira. Voooooy follllaaaooooo y el cambio de rasante en la vía rápida, el semáforo en rojo, la pila de coches, frenazo, bandazo, un bordillo de dos palmos, vuelo, pie en el freno incluso en pleno vuelo, caida, sin parar de frenar, frenar, lo que siempre está lleno de coches está limpio, están todos en el atasco, y al final, un coche aparcado, con un destrozo importante para la ambulancia sobre todo en los bajos, por el bordillazo y no tanto para el coche aparcado que sólo había acabado de frenar la inercia de la ambulancia ya habiendo liberado el 99% de la energía cinética previa, en seguida los curiosos, madres y sus niños que van al cole, tipos con corbata, y un mundo de pies y manos sin identidad que se dirigen a sus anodinos quehaceres y Julián sale, como un piloto de verdad, sin contusiones, sigue andando como quien pasaba por ahí, como si fuera a llamar al seguro o la grúa, o lo que sea, el caso es que se piró.
  Volvió al bar, para ser exactos, a la puerta, desde donde se podía percibir ¿o era memoria olfativa?, eso fue en el descampado, y en el cobijo del umbral de la puerta Julián observaba los movimientos de la policía y los testigos, la paya chacolate con una mano en la frente y la otra en la cadera prodigiosa, como la curva de Santa Devota en Montecarlo, peligrosa de puro carnal, casi inevitable el tortazo, hablando con un madero, y una seguridad: la puertez me protegía de todo aquello, un follón, los polis al lado, si hubiera llevado un letrero en la frente no se habrían dado cuenta tampoco, tan ofuscados buscando pruebas… “soy el que ha pegao el palo en la sala de juegos” pero la poli debía estar de vacaciones… solo quiero danzar, reventar el sampler, yeah. Hubiera querido comunicarse aunque fuera tartamudeando como la chica del sampler y pedir perdón, al precio que fuera, la comisaría, la carcel. Ser el malote de una comunidad se merecía el coscorrón… pero Julián no pertenecía a ninguna comunidad, ya era un solitario, un maldito.
                     
I can't take the hearbreak of you leaving me again

  And I'm not the one I was back then, no, no, no, no