viernes, 28 de agosto de 2015

¿PERO QUÉ PASA?

¿PERO QUÉ PASA? Dicen que decir dijo, el Julián, cuando vio a su vieja en el suelo al escurrirse. Fue un desvanecimiento, se había dado una mollera con la leche en el piso, lo que le había producido una pelota de ping pong como un chichón grande. “Tú, lo primero que me has dicho ha sido, a ver, achanta la mui, cierra el boquino simplemente, nononononononononó, cállate. Estabas esperándome, y retestinabas un regomeyo cuando el dintel del hogar portalicio traspasé y andabas al tanto de todo, casi. La buscona…”, la madre le interrumpió para nombrar por su nombre a la mentada demostrando la mejoría pues, en los momentos previos a haber perdido la memoria, había dado preocupantes señales de lo acontecido, en taxi, por lo que Julián estuvo a punto de montarla a urgencias, “…te había, había tardado en largarte la historia… te había contado que nadie… excepto ella… me conocía. Que entrado al bar, se desperezaba al amanecer la mañana. El pueblo, en su amplio significado, había llegado, la montaña escupió el sol en el alma…”, y había sido despertada la madre recordaba que con un beso blanco por su hijo, “no era de noche pero era como si fuera oscuro e, insultando a la camarera, que pudo pensar que un arma blanca, por poner un ejemplo del pánico que debió sentir, le segaría la lozanía de su todavía inmaculada turgencia de zagala. Empujé a la hija del sol y de la luna. El artefacto pesetero quedó inservible tras colapsar.” La madre se limpiaba el sudor con un pañuelo que sacó del interior del sostén. “Y, tú ya me has dicho no me quieres como te quiero yo, y, los ojillos, te he visto algo, que se te iban.” Fffffffff. “Y huyendo me he largado, con pasmosa cachaza, te ha dicho la busc. la como se llame, y ahí está el quid de la cuestión has dicho tú, al volante de una ambulancia antediluviana se ha chuminado el delito culminándose”.
  “Te he replicado con toda la calma” (total, pensó Julián, me importaba un pepino lo del vehículo sustraído ya que desde el principio cobijaba una vaga intención de devolverlo, de hecho lo he devuelto a la administración al dejarlo abandonado allí, a la vista de todos los curiosos), “y” (con algo de épica) “te he relatado mi versión” (una versión demente de lo perpetrado) “eventualmente levitando quince metros, sin saber ni cómo, con un esguince en el pie incrustado en el pedal del freno, y estrellando el bólido contra un bordillico. Ná. Y tú, toda comprensión, me has dicho mongolo, idiota, me has pegado un rapapolvos” (y no le dio un sopapo de milagro) “por caraja por (por no…) decías. Y decías ¿Pero qué pasa? ¿Pero tú estás bien de la cabeza? Lo de la tragaperras, no es para tanto, que sí, pero es que has robado una ambulancia nada menos, so memo, ya. Que por eso te meten en la cárcel. ¿Es que no te das cuenta? Ay. Ayayayayay. Hijo mío. Ayayayay. Señorcito. Y yo te he dicho muy serio” apuntaló Julián desde el deseo subconsciente con un lapsus linguae “Mamá, he estado de viaje por las profundidades de mi alma, prometo volver a hacerlo en cuanto pueda. Game over.” (¿¡L!?) (Retrato de madre superada por las circunstancias). “De game over nada has dicho. Tú no sales de aquí en ocho días. ¿No ves que estará la policía rondando, melón? Abrase visto cosa igual”.
  Julián no había tenido mucha capacidad de réplica porque, es la verdad, se había propiciado una manola post-delictum. Llevaba dos días seguidos trajinándose y estaba agilipollado.
  Total, qué iba a hacer. Callarse. Era su mamá, la que había estado madurando un óvulo al fondo de su cueva, con los sanguinolentos inconvenientes que ello conlleva, que no tiene mucho mérito porque eso viene en el diseño general de los especímenes de su género, pero que al ser inseminada por su papá, ese cabrón anfibio metropolitano, había tenido la paciencia y el amor, sin conocer a Julián aún cara a cara, de calmar sus pulsiones vitales, adaptarse a un estado de vigilia sedosa y espectante, servir de envoltorio de seguridad a la nueva vida en cooperación simbiótica (por los proyectos azul celeste que el feto propiciaba, no otra cosa), resistir, respirar, contemplar las cosas con nuevos ojos, hablar con el (aunque a mamá esta comparación no le agradase) parásito que le chupaba la sangre, no quejarse, ilusionarse, llorar, aguantar la silenciosa irrigación hormonal sin inmutarse, haciéndolo todo como si fuera fácil. Y a pesar de que Julián era torpemente fuerte y le sacaba una cabeza, tenía que bajarla, humillarse y hacer como que comprendía que su mamá tenía razón.
  “Que todavía te empapelan, has seguido, y gracias que la busco., la golfa cuarentona del banco”, neeeeeene, “le ha dicho a la muchacha inmigrante que no diga ná, y eso que no estaba por la labor, que se había enterado de quién soy, has dicho, y has arrojado al suelo una bola de papel que nunca más nadie leerá, con las anotaciones queso, lejía, tela, peras.”
  Mariáaa, Virgen Santa, se persignó la madre, “entonces te he dicho yo balbuceando un poco, esto, el cómputo de los ocho días a contar desde ahora o son ocho días que son una semana de esas que te comes un  día, que dices ocho días pero es de lunes a domingo, eso”.
  Simpleçsa tamanha desmoraliçaría à qualquiera. La mamma (no la madre, la teta, sinécdofóricamente en homófono sapiens), la mamella, ese objeto en el cuerpo de su madre, lo adiposo que ella le ofreció como fuente de la supervivencia que succionar le aleccionaba en el calor y el cobijo, y en todas las ramificaciones del universo femenino, una ánfora vacía que cuando se va llenando suena como el Roland TB 303, le ofrecía la experiencia multisensorial (nada menos) acompañada por el tamtam acompasado del latir del órgano cardíaco, puro ritmo. Cómo se va a traicionar ese amor de madre tatuado en la corteza de la cáscara del forro del calostro del esternón para adentro, el regalo de la primera experiencia vital cuyo destete probablemente no había superado el mamón de Julián (Freud o Malinowski se esforzarían por decirlo mejor pero en la vorágine de la producción contemporánea primus et duovigintística ésto sería cursi). Total. Aquí habría que hacer un punto y aparte por la temática fisiológica que se desplaza para abajo, un poco más de una cuarta estándar, pero no es posible porque la primera y la última frases del párrafo, juegan. Una chorrada (sobre esto también se ha escrito, inclusive). ¡Hablemos! de la vasija propiamente dicha, alguien lo entenderá, en que, superado el traumático paso constreñido a través del oscuro cilindro húmedo del yoni de su madre, escupido, vomitado, expulsado, cagado de su placentero hogar durante nueve maravillosos meses, 270 días más o menos (el canal del parto, su pesadilla recurrente), en apnea, salió aquel pellejo morado que era Julián entre capas semicoaguladas de sangre y placenta (que acabó en el suelo como un despojo, qué lástima, su casita), el verrinche estalló y profirió el primer grito, sintiendo que se iba a ahogar hasta que la rabia le salvó la vida, y pronto llegó el pecho nutricio, del que ya hemos, y así pasó este trago (este Trauma). No lo sabía Julián, esa rabia iba a retornar, una regresión llena de odio, un odio sin dirección, rifle la mañana desmoronaría a la fiera.
  Una tarde, Rebecca le llamó al portero electrónico y Julián (in da house J) le dijo que su mamá le había castigado, o que no podía salir, que es lo mismo. ¡Por favor! ¡Cómo se puede ser tan pocohombre! Lo peor es que después vió, desde la ventana, a Rebecca con un gitano morreándose. Esos besos eran para mí, ayyyyyyy. ¿Y el magreo posterior en la boîte imaginado por Julián? ¿La caricia en los pechos que apenas son unos pezones hinchados? Qué tortura. No es ya este desamor (I can´t take the heartbreak…), es saberse un tarado, un impotente, lo que no es debido a otra cosa que el exceso enfermizo-compulsivo-bloqueante de tembleque de la templadica mano derecha sobre la banana. No es que sea pecado, es que es una putada cósmica, y si no, qué es el universo, una gran eyaculación de materia en el espacio vacío. Ostras.
  Lo cierto es que Rebecca sintió admiración porque el asunto llegó a salir en la prensa, con declaraciones de un tío con bastón y sombrero a la antigua que Julián no había visto en su vida y que decía ser alguien, el sheriff, en la gestión social de la barriada, y de una gitana responsable del Secretariado Gitano, es decir, la que ayudaba a un puñado de churumbeles a hacer los deberes en un bajo porque sus padres eran incapaces pues no sabían ni las cuatro reglas. ¿Pasaba por ahí?... no sé qué tiene esa que decir del asunto. En el bar de las máquinas, Rebecca arrancó la hoja del periódico con la noticia y la foto de la testigo frente al auto desguazado, a unas cuantas cuadras de allí.
  Pasados dos o tres días del cautiverio impuesto por la progenitora, Julián, harto, suplicó clemencia delante del espejo, “es que (no sé decir que no) mama, me comieron la cabeza (mentira), me debía encargar de conseguir un vehículo, y llegué con un vehículo, algunos se piraron porque decían que así no se puede, qué pasa, era un vehículo con capacidad para cargar lo que hubiere menester, que fuera una furgona de emergencias, es secundario, así que yo mismo (les iba a demostrar de lo que soy capaz) me encargué del asuntillo (y esos tíos del barrio, mis compinch., mis colegas, da gracias porque tienen pistolas, y yo evité toda violencia gratuita), pero es como si *tienes miedo y de repente te pica el culo*, éstos no admiten hablar del miedo porque *no lo conocen*, y entonces, al salir del bar, vi como la ambulancia se iba desmontando a cachos, perdí el retrovisor derecho, y la matrícula delantera porque le zumbé a uno por detrás, sobre la marcha, ya iba el parachoques medio descolgado, y entonces, bueno, después de estamparme me tuve que dejar el eje delantero en el bordillo, eso sí, pero era una reliquia, la hubieran tenido que dar de baja de todas formas, y cojeando, llegué a casa, jadeante, me iba a poner el tocadiscos para calmarme, solo necesitaba eso, y tú estabas ahí plantada y me dijiste ¿pero qué pasa?, y ya lo sabías todo, bueno todo no, y yo te lo expliqué y me dijiste como cantando tuaminomematas adisgús tooooooos, y ya se te iba un poco el color, y te caíste fulminada, por favor, perdóname, no lo quise hacer…”, que parecía puro house.
  E desta guisa termina este breve relato que s´entitula ¿Pero qué pasa?, e da cuenta de cómo un tarado mancebo se figura que son las cosas, e se destila muxo vaho en las axilas (te lo juro por los chicles pisaos delante del chino) et que insiste asta el tedio na mesma fechoría, mas se demuestra la elasticidade do tempo como si dun reló de Dalí se tratare. Fine de la puntata.










lunes, 17 de agosto de 2015

FÚTBOL CONCEPTUAL

- Vea este partido (el resultado es casi lo de menos*) porque es el cúlmen estratégico de dos estilos que buscan minar la personalidad que históricamente caracteriza al rival, con todas las artimañas imaginables.


*resultado: 0-0