domingo, 26 de junio de 2011

viernes, 24 de junio de 2011

martes, 21 de junio de 2011

lunes, 20 de junio de 2011

jueves, 16 de junio de 2011

LAS PERIPECIAS DE JINCHO

Para Silvia










Cuenta la leyenda que en las montañas de una remota isla paradisíaca habitaban unos seres con extraordinarias peculiaridades. Los dioses les habían dotado bien de alas, bien de raíces.

Aquellos que poseían alas gozaban de una libertad absoluta aunque eran seres solitarios. Los que tenían raíces, disfrutaban del don de la sabiduría pero a cambio de ello sus vidas estaban privadas del aliciente de lo desconocido.



En aquellas montañas vivía un joven llamado Jincho. De manera inconsciente, Jincho guardaba un recuerdo traumático del día de su nacimiento. Muchas noches tenía la misma pesadilla. En esa pesadilla tenía la necesidad de liberarse de la presión que lo mantenía paralizado. Quería gritar pero no podía mientras la presión se hacía cada vez más asfixiante. Finalmente, empapado en sudor, conseguía gritar y despertaba.



Un día, un brujo que solía vagar por las montañas le dijo a Jincho que en ese sueño revivía el momento mismo del alumbramiento. El significado, según el brujo, era que Jincho algún día conseguiría colmar sus ansias de libertad pero que nunca escaparía del lazo emocional de aquello que dejara atrás. Para Jincho las palabras del brujo sonaron como una profecía.



A medida que pasaban los años, las raíces de Jincho crecían y se hacían más poderosas pero ¡ay! Jincho despreciaba esos atributos que le mantenían aferrado al suelo.

Jincho ignoraba a sus semejantes que inexorablemente se encontraban a su alrededor. Él envidiaba a aquellos que desplegaban sus alas y eran capaces de emprender el vuelo y aventurarse sobre la inmensidad del océano, más allá del horizonte.



Una noche de tormenta, los dioses hablaron: "Tienes la osadía de rebelarte contra nuestros designios. A partir de hoy quedas privado de tu destino".



Y Jincho se metamorfoseó. Perdió sus raíces y se transformó en un ser humano vulgar. Tenía un cuerpo fuerte, como sus antiguas raíces, pero ahora ya no tenía el don de la sabiduría y le acosaban la confusión y la duda. Lo que no había perdido era el impulso que le llamaba a la aventura.

Decidió que iría a la parte baja de la isla donde habitaban lo humanos.



Jincho se despidió de sus antiguos congéneres. Al despedirse de su padre, ambos se fundieron en un sentido abrazo. Su padre le dijo estas palabras: "No tienes destino pero todo lo que seas capaz de hacer fraguará tu historia".



Jincho partió. Se buscó un bastón porque las montañas eran escarpadas y el camino hasta la parte baja de la isla era largo. Cuando tenía hambre comía los frutos de los árboles y cuando se cansaba se acurrucaba a un lado del camino y soñaba que sus manos y su cabeza – que ahora serían sus principales armas- crecían y crecían.



Por fin llegó a la parte baja de la isla. Era tan bonita como la parte alta. La vegetación exuberante, las playas de arena blanca, el mar de un azul turquesa, el cielo de una belleza irreal... Vió a los jóvenes que ya había visto desde lo alto de las montañas surfeando sobre las olas. Enseguida supo que quería unirse a ellos.



Pero no le aceptarían si no sabía surfear como un experto así que practicó sin descanso durante meses. Aún así, su nivel distaba mucho de alcanzar el de aquellos muchachos y muchachas que habían nacido junto al mar y llevaban toda la vida subidos a una tabla de surf. Se sentía marginado. Ahora comprendía lo mal que hizo sentir a sus congéneres arriba en las montañas con su desprecio.



Por fin, Jincho fue aceptado para formar parte del grupo de surferos más experimentados. Aún así, seguía siendo el más inexperto y era objeto de las bromas de sus compañeros. Uno de los cometidos de los surferos era vigilar el estado de la mar. En ocasiones podía ocurrir que un movimiento sísmico bajo el océano originase un tsunami y los surferos tenían que adelantarse y avisar a los habitantes de la costa para que se pusiesen a salvo en zonas más altas.



Jincho aprovechaba para perfeccionar su estilo incluso cuando debía estar vigilando la mar. Se iba allá donde las olas eran mayores y dejaba a un lado su obligación. Tenía que conseguir que los demás surferos reconocieran su talento.

Pero un día en que Jincho estaba solo sobre las olas ocurrió que se produjo un maremoto. Jincho estaba muy lejos de la costa y cuando se dió cuenta ya era demasiado tarde. Una ola gigante se dirigía hacia las cabañas que bordeaban la playa y sus habitantes estaban desprevenidos.

La ola arrasó la costa y Jincho era el único responsable de no haber avisado de la catástrofe.

Estaba solo otra vez, como cuando los dioses le privaron de su destino.



Una tarde Jincho estaba contemplando las olas rompiendo en la playa cuando un ser alado de la parte alta de la isla se acercó a su lado. "Los habitantes de las cabañas de la playa están en el limbo de los hijos de la mar... acompáñame" le dijo. Y Jincho se subió a las espaldas de aquel hombre-pájaro y volaron hasta aquel limbo.



El hombre-pájaro se quedó a la entrada de un extraño paraje brumoso perdido en medio de las nubes mientras Jincho se adentraba en él. Al cabo de un rato de buscar por aquella desconocida dimensión Jincho gritó: "¡Eo! ¿Hay alguien ahí?" Pero nadie contestaba. De pronto entre los vapores que le rodeaban vio a algunos de sus compañeros surferos. Aunque les saludó, éstos no le veían y se limitaron a continuar con sus absurdas ocupaciones. Parecía que sus mentes se habían quedado bloqueadas y sólo eran capaces de repetir la misma acción eternamente. Así, uno de ellos golpeaba una pluma de bádminton con una raqueta evitando que la pluma cayera al suelo; otro leía un discurso indescifrable que no acababa jamás; otro cogía galletas de un plato, las chupaba y las depositaba cuidadosamente en una mesa... y como ellos, millones de almas perdidas – víctimas de la furia de la mar- actuaban de manera incomprensible.



Cuando Jincho abandonó el limbo, el hombre-pájaro lo volvió a llevar hasta la playa. Antes de marcharse le dijo: "Sólo el nacimiento de una estrella puede liberar a un morador del limbo."



Jincho meditó mucho tiempo sobre las palabras del hombre-pájaro. Ya no tenía el don de la sabiduría que tuviera en su anterior vida pero como hombre era capaz de discernir y de preguntarse acerca de las cosas del mundo. Recordó las palabras de su padre: "No tienes destino pero todo lo que seas capaz de hacer fraguará tu historia". Y pensó que sólo un esfuerzo sobrehumano de su parte lograría salvar a los moradores del limbo. Después de mucho cavilar ideó un plan.



Todos los días al amanecer Jincho se subía en su tabla de surf y cabalgaba sobre las olas más allá del horizonte. Pasó mucho tiempo pero un día ocurrió lo que Jincho había esperado. Era la gran ola, la ola perfecta. Un terrible maremoto sacudió el fondo marino y se desencadenó un tsunami como nunca antes se había producido. Jincho no tardó en subirse a la cresta de aquella ola gigantesca.

Jincho tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas y asumir que su nuevo cuerpo era una máquina perfecta – tanto como el de los seres extraordinarios de la parte alta de la isla- y no un mero compendio de extremidades y órganos inconexos.



En el que calculó que era el momento álgido de la ola, Jincho tensó su cuerpo de tal manera que la tabla de surf con él encima salieron propulsados hacia el cielo, más allá de la atmósfera terrestre, a una velocidad increible. Y una vez que la tabla hizo contacto con el plasma cósmico, comenzó a dejar una estela a su paso que iba originando el nacimiento de miles y miles de estrellas a cada momento.



Jincho lo había conseguido. Su hazaña hizo que los habitantes de la parte baja de la isla pudiesen escapar del limbo de los hijos de la mar y volvieran a construir sus cabañas allá donde antes habían estado.



Y a partir de entonces, cuando en las noches claras los habitantes de aquella isla paradisíaca miran al cielo, señalan hacia la estela dejada por el surfero que les devolvió sus vidas para que los más jóvenes guarden en su memoria la maravillosa historia de Jincho.

ECLIPSE LUNAR




viernes, 10 de junio de 2011

INDÍGNATE PERO SONRÍE



La risa es un arma subversiva

sábado, 4 de junio de 2011

¿DEMOCRACIA (REAL)? YA YA...

  Durante su ascenso Hitler se comprometió a ignorar el Tratado de Versalles, suspender los pagos de indemnización exigidos a Alemania como responsable de la I Guerra Mundial, generar empleo, combatir la corrupción y controlar a los ricos. Eran los tiempos de la Gran Depresión. Y efectivamente lo hizo... a costa de imponer una dictadura, suspender todos los derechos y libertades democráticas, engañar al pueblo alemán, provocar la II Guerra Mundial y auspiciar la higiene racial y el holocausto.