martes, 19 de julio de 2011

PERESTROIKA (3º)

8 (R)




Por las mismas fechas, en diferentes países del Este de Europa también se desarrollaba una “campaña de captación”. Un coche oficial negro ocupado por cuatro agentes de los servicios de inteligencia se detuvo junto a un bloque de pisos en un barrio obrero de una ciudad búlgara al sur de la capital. Mientras el que conducía se quedaba al volante, los otros tres se dirigieron hacia la puerta de entrada del deteriorado edificio. El que parecía el jefe y otro montaron en un ascensor que amenazaba con detenerse averiado en cualquier momento. El más joven subió por las escaleras. La manera de actuar del equipo obedecía a un procedimiento de trabajo perfectamente sistematizado, además de rutinario.

Natalia yacía en su cama, junto a un mafioso de poca monta cuyo nombre no recordaba, a pesar de que la noche antes le había llevado a cenar a un sitio elegante y no había reparado en gastos en la fiesta que se corrieron después. Combinados, canutos, cocaína, vicios prohibidos e inaccesibles de Europa Occidental. Luces intermitentes de colores y música disco. Notaba los latidos acelerados de su corazón en las sienes como martillazos. Deseaba que aquel tipo se levantase y se despidiese pero, por el momento, roncaba con la cabeza bajo la almohada, exhibiendo un águila con las alas desplegadas tatuada en todo lo ancho de la espalda. Se hubiera levantado a desayunar. De buena gana se habría tomado un café y una tostada con mantequilla y mermelada. Pero no tenía café ni pan. Tampoco había mantequilla ni mermelada ni otra cosa en la nevera. Así es que se quedó tumbada en el catre dejando pasar el tiempo, mirando los cuadros con las fotos –de su antiguo book, con su antigua cara- que cubrían las paredes.

Con un simple puntapié el agente joven forzó la puerta, que quedó descolgada de sus viejas y oxidadas bisagras. Si hubiera tenido la delicadeza de usar el pomo hubiera entrado sin aquel despliegue de contundencia pues, si estaba en casa, Natalia siempre dejaba la puerta abierta. El mafioso se despertó sobresaltado y, desnudo como estaba, se abalanzó sobre su ropa tirada en el suelo en busca de su arma. Antes de que llegara a coger la pistola recibió una patada en la cabeza que hizo que su cuerpo se combase como si fuera un muñeco de trapo, dejándole inconsciente.

Natalia se escondía bajo las sábanas. El jefe habló. Vístase - Rápido. Cuando Natalia salió de la habitación escoltada por los tres espías, el mafioso sin nombre seguía durmiendo en el suelo –en una postura difícil e indecente-.

(continuará...)





No hay comentarios:

Publicar un comentario