lunes, 13 de julio de 2015

CÓMO CAMBIAN LAS COSAS

  Digamos que me había topado con mi primera novia (lo de antes habían sido magreos de quinceañeros), la que se llamaba como una marca de conservas. Pero peor era lo de su hermana, que le acompañaba en ese momento. La deformación cariñosa del nombre de pila a que la había sometido su familia (cosas de gente adinerada) le había agraciado una rima con el órgano genital masculino que no pasaba inadvertida.

  Parece que pasada la barrera de los veinte años, ambas habían seguido produciendo grandes cantidades de hormona del crecimiento, por lo que ahora yo, pegado a aquellas dos torres era un canijo. Su estatura y su corpulencia me intimidaban y no sabía qué decir, ni cómo actuar. Habían transcurrido algo más de dos décadas y, cómo cambian las cosas. ¡Con lo dominante que era yo entonces a su lado! Pero claro, eso era para ocultar mis debilidades. Creo.

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