Ella es sofisticada, la hija de la Señora.
Ha estado provocándome: me ha mostrado sus
pechos (como en una película de Luis Buñuel) y también me ha desvelado la
oscura plasticidad orgánica del bosque triangular en su monte de Venus.
Sus hermanos (no olvidemos que la familia de
la Señora forma un todo inseparable en que el patrimonio conjunto debe reforzar
el poder) tenían un aspecto que me recordó (si no algo más) dos cosas:
1. a los hijos de la Dama con más
títulos nobiliarios de Europa, más incluso que la Reina de Inglaterra
2. a quimeras humanas de rasgos
indeterminados hibridados de la persona de dos personas distintas
Es una “niña pija”, la hija de la Señora. Podría
decirse que caprichosa además de culta.
Pero en los últimos minutos, lo digo sin
estar seguro del todo, se está transformando (a peor). Será mi percepción
singular, mera subjetividad desviada, al haber abierto los ojos finalmente. Sus
perfectas curvas se han perdido en un cuerpo vulgar, descuidado, con
acumulaciones adiposas innecesarias.
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