Siempre había querido viajar, recorrer el
mundo, aunque lo más lejos que había llegado era al final del Camino de
Santiago, donde falleció de un infarto. El avión que llevaba el cuerpo de
vuelta a Murcia tuvo un problema y se vio obligado a hacer un aterrizaje de
emergencia en Madrid – Barajas Adolfo Suárez. Inexplicablemente, el féretro acabó
en la bodega del vuelo Madrid – Wellington (Nueva Zelanda).
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